jueves, 18 de enero de 2018

LA MAGIA DE LAS PALABRAS





  Apoyó los codos en la mesa y, sin quitar los ojos de la pantalla, metió la cara entre sus manos. La notó caliente y pensó que sería bueno tener unos días de descanso, era muy probable que se hubiera contagiado con algún virus el día que tuvo que ir al centro de salud. Los pacientes que esperaban su turno no dejaban de toser, y, aunque ella se había sentado alejada de la puerta de la consulta -que es donde suele agolparse la mayoría- era evidente que el ambiente estaba cargado de microbios.

Desde que amaneció había estado pesarosa y algo cansada, el trabajo cada día se le hacía más pesado y el solo hecho de sentarse a escribir, cosa que siempre había sido un placer y una liberación, en esta ocasión le estaba pareciendo una tarea tan ardua que no se veía con fuerzas para comenzar siquiera. Las ideas iban y venían a su mente, pero ninguna era lo suficientemente fuerte, nada que mereciera dejar volar los dedos sobre el teclado que se mostraba cercano pero inalcanzable. Sería un día de esos grises, de los que al llegar la noche acaban sin más, sin nada que guardar, consumido, evaporado como el agua hirviendo sin la debida vigilancia. De repente, como por arte de birlibirloque, vio que las palabras se habían ido colocando de manera ordenada, formando frases que incluso tenían algún sentido y pensó que realmente debía estar incubando una rara enfermedad.